Cuando se enciende el televisor somos un ejército de espermatozoides corriendo hacia el óvulo. Pero sólo en apariencia, puesto que es este mismo óvulo el que nos fecunda. No hay diálogo –y esto no es nada nuevo, por supuesto-, solamente la única dirección del aparato.
Si bien la finalidad última de la televisión siempre fue entretener, la tendencia fue decantando en la simple mostración de carne. Cuerpos de mujer expuestos. Nada más. Todo orquestado para obtener rating y por lo tanto vender más.
Al ritual del baile con sus culos y sus tetas se le añaden peleas y rivalidades entre los participantes. Más circo, menos dignidad. Llantos, risas, humillaciones, toda la gama de estados de ánimo se despliegan para completar el espectáculo. Todo esfuerzo intelectual desaparece, reducido a lo más básico: culos y tetas. Y todos hablamos de eso al día siguiente, porque toda la tele habla de eso al día siguiente. Total, la fórmula cierra y rinde para todos. No importa que sea prostitución encubierta. Y así se educa a una generación. ¿Cuántas chicas creerán que la realización personal pasa por un poco de exposición? ¿Cuántas pensaran que el baile del caño es una carrera artística?
Ya se dijo: la fórmula rinde. El cuerpo femenino vende. La fantasía machista de que la mujer debe someterse y acatar el deseo del hombre siempre y en todo lugar vende. Hagan una publicidad de cerveza o desodorante para comprobarlo. Pero convengamos: el que vende es el cuerpo que se atiene al ideal de belleza. Si sos linda, a la publicidad de cerveza. Si sos normal, a vender yogur para constipadas. Y digo normal porque, según pude inferir, existe más posibilidad de constiparse siendo ama de casa o panadera que siendo modelo.
Ahora bien, la gente quiere desconectarse un poco cuando llega a su casa. No discuto eso. Incluso me parece perfecto. Lo que digo es que pareciera no existir una alternativa. No hay nada más. O tenés un grupo de pelotudos bailando o tenés un grupo de pelotudos encerrados en una casa.
Y se sigue educando: no importa si tenés talento o no. La cosa es que te vean y se hable de vos. ¿La manera más fácil? Encerrate en una casa con otros tanto o más idiotas que vos. Un casting inteligente: distintas personalidades y extractos sociales para que tarde o temprano –mejor temprano, obviamente- haya conflicto. Porque, vamos, tiene que haber conflicto para que la acción avance. Un grupo de abúlicos que no se masturbara siquiera no sería atractivo.
Y la gente acepta eso como realidad. Una cosa es dejarse llevar durante dos horas por la ficción que propone una película y otra es ver incluso los programas de debate sobre los imbéciles de la casa en cuestión.
Nos están insultando. A todos.